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Entrevista a Julius Bienert – Restaurante Bacai

Julius Bienert: “En la cocina soy mucho más pirómano que cirujano”

 

Con más de 25 años entre fogones y una trayectoria que ha pasado por Canal Cocina, Julius Bienert es de esos chefs que combinan oficio, instinto y una buena dosis de humor. En su restaurante Bacai, abierto hace poco más de un año en el barrio de Malilla (Valencia), defiende una cocina veraz, sincera y centrada en el producto. Elegido uno de los Rookies de 2025 por la Guía Macarfi, acaba de abrir Jardines, su nuevo proyecto. Charlamos con él sobre tecnología, errores convertidos en éxitos, el poder del tiempo y su amor incondicional por las hamburguesas.

 

¿Qué plato te puso en el mapa o cambió tu manera de cocinar?
Si tengo que elegir uno, me quedo con un plato tradicional de carrilleras al vino tinto que hago con mucho cariño y que llevo haciendo 25 años, jugando un poquito con ellas. 

¿Qué tres adjetivos definen la cocina de Bacai sin usar las palabras “creativo”, “local” y “honesto”?
(risas) Honesto lo cambiaría por “veraz”. Una cocina donde el protagonista es el producto, no el cocinero. Elaboraciones sencillas, muy veraces, donde todo parte del producto y su verdad.

Hablas de inteligencia artificial para conocer al comensal antes de que llegue. ¿Hasta qué punto la tecnología está al servicio del sabor o del recuerdo?
Hoy es necesaria. Cualquier chef puede meterse en un ChatGPT y pedirle ayuda para elaborar una receta. Pero yo soy bastante analógico, me cuesta usar la tecnología a mi favor. Poco a poco la voy introduciendo, sobre todo para conectar con mensajes de todas partes del mundo. 

Bacai está en el barrio de Malilla, fuera del circuito gastronómico tradicional. ¿Qué ventajas o retos tiene eso?
Creemos que en poco tiempo será un barrio residencial en auge. Está cerca del hospital de la Fe y otras zonas que tradicionalmente han quedado fuera del circuito habitual, pero con mucho potencial. Será un barrio de futuro crecimiento en Valencia.

¿En la cocina eres más cirujano o pirómano?
[Ríe] Soy mucho más pirómano. 

¿Qué ingrediente te ha cambiado la vida o al menos un servicio?
El tiempo. Para mí es fundamental: el guiso largo, la baja temperatura o incluso la olla exprés, que aunque sea rápida, tiene su tiempo y su rollo. Es un ingrediente fundamental.

¿A qué hora del día se te ocurren las mejores ideas?
A las seis de la mañana, cuando estoy abriendo los ojos. Pienso: “¿qué voy a hacer hoy?”. Soy muy de emociones. Si me apetecen unas lentejas, me las hago, pero no unas normales: unas lentejitas con algún producto de caza, alguna seta… Me gusta mucho cocinar por temporada. El otoño me flipa: esos olores a monte, a tierra mojada…

¿Qué piensas cuando alguien hace fotos de tus platos durante varios minutos?
Soy imparcial. Cada uno es libre. Pero hay fotos que no son fieles al alma del plato. Es como decían los indios americanos, que al fotografiarles les robaban el alma. Yo no soy nada talibán con eso.

¿Qué parte del proceso creativo disfrutas más y cuál te agota?
Me agotan los números, los escandallos, los costes. Me funden el cerebro. Los sigo haciendo en papel, sumando y restando de cabeza. Lo que disfruto es el momento de crear por la mañana y luego probarlo con el equipo. Ahí vemos qué tiene de realidad y qué de fantasía. Muchos platos se quedan en el camino, otros salen y son maravillosos.

¿Algún fracaso culinario que luego convertiste en éxito?
Sí, los huevos poché. Estuvieron de moda hace años y desaparecieron. Yo los he recuperado en Bacai y en Jardines. Son un plato sencillo, económico y delicioso: con patatas paja, trufa, setas o jamón. A la gente le encanta.

¿Qué tendencia gastronómica te divierte o te llama la atención últimamente?
Estoy descubriendo los picantes y la cocina latinoamericana. Mi jefe de cocina, Sebastián, me está enseñando mucho sobre la colombiana. Más allá de las arepas, hay platos estupendos como el sancocho. Esa cocina indígena me parece una maravilla. 

Tú fuiste presentador en Canal Cocina. ¿Cómo fue ese paso del chef televisivo al del restaurante?
Me gusta estar con el cliente. Me flipa cuando alguien llega al restaurante y dice: “¡Pero estás aquí y trabajando!”. No solo cocino: sirvo platos, friego, pelo patatas… No se me caen los anillos. La gente ve que soy una persona normal, real, no un muñeco de pantalla. Eso me gusta.

¿Qué te enseñó la tele que sigues aplicando o evitas en Bacai?
A no hacer experimentos sin probarlos antes. Siempre les digo a los chicos: “Hazlo, pruébalo y demuéstrame que se puede hacer”. A veces una idea es buena, pero luego no es viable con 50 personas en el servicio. La tele me enseñó a preparar, repetir y explicar bien los procesos.

¿Qué plato te gustaría haber inventado?
El hojaldre. Me parece maravilloso, aunque últimamente no lo uso tanto por lo complicado que es.

¿Con quién harías un cuatro manos?
Con Luis Irízar, aunque ya, lógicamente, no pueda ser. Y, con Ricard Camarena… me encanta su cocina y su discurso. Y si tiro por lo alto, ¿por qué no? con Gordon Ramsay.

Si mañana cerraras el restaurante, ¿qué harías al día siguiente?
Pasar más tiempo con mis hijos. Cocinaría mucho más para ellos. Soy padre de trillizos.

¿El mejor bocado de los últimos seis meses?
Unos percebes en Cedeira, el pueblo de mi madre. Brutales. Supuestamente ganaron el campeonato del mundo, y no me extraña.

¿Qué hay ahora mismo en la nevera de casa?
Aguacates. Muchos. A mis hijos les flipan, y a mí también.

Si pudieras invitar a una celebridad a tu restaurante, ¿a quién sería?
A Rafa Nadal o a Marc Márquez. De hecho, a los dos a la vez. Me gustaría conocerlos como personas, no solo como deportistas.

Un secreto inconfesable o aberración gastronómica que te permites de vez en cuando.
Las hamburguesas. Me encantan… eso sí, bien hechas, preparadas por mí con mucho cariño. 

 

ENTREVISTA: DAVID RUIZ

FOTOS: CEDIDAS

Entrevista a José María Borrás – Annua Signature Hotels

José María Borrás: “Si viniera Albert Adrià al restaurante le prepararía una fideuá de salicornia ”

 

Es una de las voces más prometedoras de la nueva gastronomía española. El joven chef menorquín, nuevo director gastronómico de Annua Signature Hotels, representará a nuestro país en la gran final mundial S. Pellegrino Young Chef Academy a finales de octubre en Milán. Puro talento. 

 

Con 26 años recién cumplidos, el menorquín José María Borrás es una de las grandes voces jóvenes de la gastronomía española. Formado en la escuela Hofmann de Barcelona y curtido junto a grandes nombres como Paco Roncero, ha construido un discurso propio que combina raíces menorquinas, respeto al producto, técnica y atrevimiento.

En 2024 fue proclamado Mejor Cocinero Joven de España y Portugal por la S. Pellegrino Young Chef Academy, y a finales de octubre de este año representará a la región ibérica en la final mundial de Milán con su famoso plato Langosta con cochinillo balear, una fabulosa interpretación del mar y montaña. 

Además, acaba de ser nominado a Cocinero Revelación en Madrid Fusión 2026, un reconocimiento que confirma su proyección meteórica. Hoy reparte su talento entre dos espacios de Annua Signature Hotels en Menorca: Aquiara y El Espiell en el hotel Morvedra Nou, y El Olivar, en Amagatay. Desde ahí despliega visiones distintas pero un mismo latido: cocinar Menorca desde Menorca, con creatividad e intensidad culinaria.

¿Cuál es tu primer recuerdo gastronómico de la infancia?
Unas cañitas de sobrasada, muy típicas de Menorca. En casa no eran muy fans de cocinar y vivíamos la experiencia de ir a comer fuera en familia.

¿Y cómo llegaste a la cocina profesional?
Con 16 años. Fue mi primer trabajo y llegó de casualidad. Pero en cuanto pisé una cocina, lo tuve claro: quería ser cocinero.

Si fueras un plato típico menorquín, ¿cuál serías?
Las berenjenas rellenas.

Te formaste en la Hofmann. ¿Qué aprendizajes sigues aplicando cada día?
Disciplina y compañerismo.

Este año te has incorporado como director gastronómico al grupo Annua Hotels. ¿Qué te aporta estar dentro de un grupo hotelero?
Mucho trabajo, pero también un gran equipo. Antes, estaba en un restaurante familiar, yo hacía de todo: marketing, recados, eventos… Ahora hay equipos especializados en cada área y eso permite avanzar más rápido.

¿Qué une a tus proyectos gastronómicos?
La brújula es siempre el producto. En Aquiara lo tratamos desde una visión más gastronómica, en El Espiell, reinterpretando el Bistrot francés con carácter menorquín, en El Olivar sacamos la fuerza de la auténtica comida mediterránea, pero en todos el centro es el mismo: respetarlo y realzarlo.

Entre tus ingredientes fetiche están el trigo, la sobrasada de vaca roja o la langosta. ¿Son los que más te definen?
Sí, y también esa idea de mar y montaña tan catalana y balear. Son productos que se complementan y se potencian entre sí.

En tu oferta incluso hay una cerveza de sal marina. ¿Por qué?
Menorca tiene grandes productos, pero a veces limitados. Así que preferimos crearlos aquí, con identidad propia.

Uno de tus proyectos más comentados es la sobrasada de vaca. ¿Cómo surge?
De la misma lógica que con el cerdo: aprovechar todo el animal. Con vaca vieja menorquina elaboramos embutidos, y ha tenido muy buena acogida. Quiero en breve ampliarlo a otros embutidos. 

¿Qué otras disciplinas inspiran tu cocina?
La música es fundamental. El chelo y el piano siempre están presentes, incluso en la sala.

¿Qué consejo le darías a un cocinero que empieza?
Que se relaje. Yo soy muy nervioso y la cocina me ayuda a canalizarlo, pero al final todo llega con paciencia.

En 2024 fuiste elegido Mejor Cocinero Joven de España y en octubre representarás a la península ibérica en Milán. ¿Cómo te preparas?
Practico el plato -langosta con cochinillo balear- en Aquiara todas las noches, como si fuera el concurso: con cronómetro, pesando todo, cinco horas para diez raciones perfectas.

¿Qué sensaciones tienes de cara a Milán?
Ilusión. El plato representa el Mediterráneo y eso ya es un premio en sí. Ganar sería increíble, pero estar allí ya lo es. 

¿Qué otros jóvenes chefs de España te inspiran?
Los cañitas, por ejemplo. Pero hay muchos más.

También has sido nominado a Cocinero Revelación en Madrid Fusión 2026. ¿Cómo lo llevas?
Para mí, estar nominado ya es ganar.

Si abriéramos tu nevera ahora mismo, ¿qué nos sorprendería?
Casi nada, porque como y ceno siempre en los restaurantes. Agua y poco más (risas).

¿Tienes algún vicio gastronómico inconfesable?
El chopped me encanta. 

Qué plato tuyo es intocable, ¿que jamás dejarías versionar?
Un plato de El Olivar con sandía, chalotas y hierbas.

¿Y si mañana se sienta Albert Adrià en tu mesa, ¿qué le prepararías?
Una fideuá de salicornia, ligada con mantequilla de ajo asado, tinta de calamar y ortiga de mar. Habla mucho de quiénes somos en la isla.

¿Hay algún producto que nunca usarías?
No. Yo cocino para los clientes, todo puede tener cabida.

¿A qué personaje famoso te gustaría invitar a tu mesa?
A Phil Collins.

 

TEXTO: DAVID RUIZ

Entrevista a David Martínez – Hotel Ercilla

David Martínez: “Bastaron seis minutos para que Álvaro Garrido y yo nos pusiéramos de acuerdo en traer Mina al Hotel Ercilla”

Forma parte de una familia de hosteleros vascos y lleva la hospitalidad en los genes. En octubre, el Hotel Ercilla, dará la bienvenida al restaurante Mina, el consolidado proyecto del chef Álvaro Garrido. Es un paso más en su decidida apuesta por la gastronomía, como eje fundamental de un discurso alrededor de la cultura, la identidad local y la excelencia culinaria que define a Bilbao como destino. 

 

¿Qué habéis aprendido de aquella etapa en los años 80 en la que el restaurante del hotel fue elegido durante varios años como Mejor Restaurante de Hotel en España?
Aprendimos mucho, no sólo por el hecho de haber mantenido durante casi una década ese galardón sino por todo lo que representaba, más allá de lo estrictamente gastronómico. Supimos ver que, si quieres ser un referente, debes debes cuidar cada detalle, rodearte de un gran equipo y entender que la experiencia del cliente empieza mucho antes de sentarse a la mesa. 

Bilbao es una ciudad de barra y pinchos, ¿Cómo se integra esa cultura en vuestra propuesta?
No tenemos la clásica barra de pintxos, pero sí que tenemos claras las señas de identidad de la ciudad. Creo que hemos vendido más txakoli que en muchos locales de Bilbao (risas). No es raro ver en nuestro Lobby a extranjeros disfrutando de un txakoli con ostras. 

Pavarotti se coló en una ocasión en vuestra cocina a preparar un plato de pasta. No muchos hoteles pueden presumir de un momento así. ¿Cómo fue el relato de aquella experiencia?
Ocurrió a las 3h de la mañana, tras regresar de un concierto a finales de los años 70. Propuso entrar en nuestra cocina para enseñarnos, con respeto, cómo se prepara una pasta italiana de verdad. Se sintió orgulloso de hablarnos de su cultura culinaria y ese es un legado que queda para siempre.

¿En qué se ha traducido?
En que, actualmente en la carta de nuestro restaurante sigue habiendo un plato de pasta en su honor, Los Linguini al estilo Pavarotti. 

Un hotel que ha visto pasar a miles de estrellas durante todos estos años, ¿cómo “se cocina la hospitalidad” de tanta celebrity?
La clave del éxito está en tratar a todos los clientes con el mismo respeto y dedicación, sin importar si se apellidan Pavarotti o Rodríguez. Esa igualdad en el trato es lo que nos permite trabajar con naturalidad y sin la presión añadida de tener una celebridad alojada en el hotel.

Celebridades como Lola Flores han pasado también por vuestro hotel.
Ahora que te refieres a Lola Flores, recuerdo que pasaba largas temporadas aquí cuando Bilbao era capital del teatro. ¡Llegó a montar un bingo en el hotel! De hecho, tenemos cinco tipos de llaves distintas con fotos en blanco y negro de celebridades que han estado en nuestro hotel como la propia Lola, Rocío Jurado o Manzanares.

Habéis vivido noches electorales con políticos de diversas ideologías compartiendo espacios en vuestro lobby. ¿Qué se aprende de gestionar la hospitalidad en momentos de tensión y foco mediático?
En esa época yo no estaba aún al frente de la dirección del hotel, pero se vivieron momentos electorales en los que absolutamente todos los partidos políticos, en momentos complicados para la sociedad vasca, pasaban las noches electorales con nosotros. Un orgullo.

En octubre Mina, el restaurante de Álvaro Garrido, con Estrella Michelin, se traslada a vuestro hotel.
Es nuestra forma de entender la empresa. Seguimos apostando por la alta gastronomía, pero esta vez, además, de la mano de este gran chef. Mina y nosotros tenemos muchas cosas en común. En seis minutos nos pusimos de acuerdo (risas). 

Si pudieras convertir en un souvenir comestible el Ercilla, ¿qué sabor sería?
A pesar de no ser un gran amante de los dulces, creo que me iría a un bollo de mantequilla, tan típico de Bilbao y que gusta a todo el mundo. Te ayuda a sentirte cerca de casa.

Si el room service de vuestro hotel fuera una ruta de pinchos en pijama, ¿Cuáles deberían pasar por tu habitación?
Esa ruta debería empezar por una Gilda, pasar por un taco de merluza y acabar con algo de txangurro, seguro. 

¿Cuál es tu rincón favorito del Ercilla?
El lobby. Nada más pisarlo, sabes perfectamente que es un termómetro muy claro de lo que ocurre en nuestro hotel y en la ciudad. Es un lugar muy vivo en el que suceden cosas casi las 24 horas del día. 

La terraza del hotel es otro de los puntos fuertes. ¿Qué ofrece desde un punto de vista gastronómico?
Está en la última planta del hotel. Es una maravillosa terraza con increíbles vistas a toda la ciudad donde puedes disfrutar desde un plato de jamón o unas anchoas, hasta un cóctel o una copa de champagne. Un lujo.

Y ahí, en las alturas, servís el Basque Sour
Es una reinterpretación muy personal del Pisco Sour. En vez de Pisco usamos txakoli y una receta muy especial. Fusiona tradición local con clásicos internacionales.

Si tuvieras que invitar a una celebridad a tu hotel, ¿quién sería?
Me encantaría cenar con Tiger Woods, al que llevaría luego a dar una vuelta por Bilbao y, estoy seguro, de que volvería al hotel, entusiasmado. Y si luego, además, él me invita a jugar al golf, sería inolvidable. 

Septiembre 2025

TEXTO: DAVID RUIZ

Entrevista a Andrés Soldevila – Hotel Villa Soro

Andrés Soldevila: “Los minibares de los hoteles son una sorpresa; me divierte abrirlos y ver lo que me encuentro”

 

Procede de una importante familia de hoteleros con más de un siglo de trayectoria y actualmente está al frente de la propiedad de tres hoteles, uno de ellos el hotel boutique Villa Soro en San Sebastián. Conversamos sobre hostelería y nuevos proyectos, pero, sobre todo, de gastronomía. 

 

La hospitalidad viene de herencia…
Lo tenemos integrado en nuestra forma de ser. Mi bisabuelo ya era propietario del Hotel Majestic en 1918 y mi padre lo convirtió en parte de un gran grupo hotelero con nuevas incorporaciones. Además, mi madre, interiorista de profesión, se ha involucrado siempre de lleno en todos los proyectos, aportando su visión y cuidando hasta el más mínimo detalle. Con todo este bagaje, mis padres, mis hermanos y yo decidimos construir un pequeño proyecto familiar PRELUDE COLLECTION. Nacimos con un hotel en Palma, después incorporamos otro en Santanyí, también en Mallorca, y el último en llegar ha sido Villa Soro en San Sebastián hace cuatro años.

¿Qué hace especial a Villa Soro?

Inicialmente el nombre era Eguzki Soro, que en euskera significa “Prado soleado”, porque es un espacio con mucho sol y una gran orientación. Una casa familiar de finales del siglo XIX de estilo neo Tudor, que perteneció a una conocida familia de San Sebastián. Seguimos con el legado. 

¿Cuáles son sus señas de identidad?
Es un hotel boutique, familiar, con un servicio excelente, un bonito jardín y ese porte tan típico de San Sebastián.  Villa Soro va a su ritmo porque tiene una privacidad que lo hace especial. Estás, por un lado, muy cerca del centro de San Sebastián, pero a la vez en unos jardines, diseñados por Pierre Ducasse, donde escuchas pajaritos y desconectas absolutamente de todo. 

¿Cuál es tu rincón favorito del hotel?
Sin duda, es la escalera de madera de la villa principal. Es preciosa. Parte de la planta baja, donde tenemos a un lado el salón principal con la chimenea y al otro lado el bar coctelería, dos lugares con un simbolismo y un encanto especial, ideales para relajarse y disfrutar. Y si subes por la escalera, llegas a la antigua capilla con una vidriera espectacular y a la planta de habitaciones más noble de la casa. 

¿Cómo percibes el futuro del lujo en el sector hotelero?
Los clientes del sector del lujo buscan una experiencia auténtica, volver a la raíces de las cosas, bajar el ritmo y disfrutar de esos pequeños instantes que encontramos cuando salimos de la rutina y nos vamos de viaje. El lujo ahora mismo es tener tiempo, espacio y silencio. Y los hoteleros tenemos que aprender a generar esos espacios. 

Si tuvieras que elegir a una celebridad para quedarse en el hotel, sería…
Barak Obama, porque hablar ahora, con la que está cayendo, de política con él sería una experiencia absoluta. Su punto de vista del mundo es muy enriquecedor. 

¿Qué lugar ocupa la gastronomía en la propuesta del hotel?
El País Vasco tiene la cultura gastronómica más rica del mundo y con una oferta interminable. Por eso decidimos dar todo el protagonismo a lo que ya hay y lo que está por venir. Lo que hacemos es coger el rol de casa y traerlo a nuestro territorio. Eso se traduce en una oferta sana, bien elaborada, con grandes ingredientes como una crema de verdura excelente o una tortilla de espárragos de primer nivel. 

¿Con qué chef te gustaría sentarte a la mesa
Con René Redzepi, de Noma. Su forma de trabajar me parece perfecta y es una eminencia en su forma de ejecutar y presentar los platos. 

¿Cuál es tu próximo restaurante?
En breve me iré con unos amigos a Los 33, de Nacho Ventosa y Sara Aznar. Me hace mucha ilusión. 

Si pudieras tener a un chef famoso haciendo un stage de un mes en vuestras cocinas, ¿a quién llamarías?
A Rafa Zafra, sin duda. Me gusta mucho como cocina, su discurso gastronómico.  

¿Qué es lo que siempre pides en el desayuno buffet de otros hoteles?
Creo que lo más interesante es encontrar productos locales, una oferta de la zona. Por ejemplo, ensaimada y sobrada en Mallorca o churros y porras en Madrid. Guiños locales que lo hacen más divertido, más auténtico. 

Si pudieras montar una cena secreta en un rincón de tu hotel, ¿en cuál sería?
Haría una noche de verano en la terraza de la habitación 12. 

Un pecado gastronómico que no has confesado nunca…
Una vez al mes me pido una hamburguesa de Vicio en Glovo y es como mi gran momento gore. 

Si pudieras recuperar un plato de la infancia e integrarlo en la carta del restaurante del hotel, ¿cuál sería?
Hay un plato que me recuerda a mi juventud, que preparaba con maestría Fermí Puig, es el “cabrito embarrado”. 

¿Qué banda sonora musical pondrías a la gastronomía del hotel?
Tal vez por mi relación con Francia, me quedaría con la canción Le Festin de la banda sonora de Ratatouille.  

Cuándo te alojas en otros hoteles, ¿en qué te fijas?
Abro el minibar y compruebo lo que hay dentro porque me divierte mucho. Es como mi deporte nacional. Los minibares de los hoteles son una sorpresa. Hace poco descubrí unas kombuchas estupendas en un hotel de Madrid. 

¿Qué nuevos proyectos tienes en mente?
Villa Soro ha cumplido ahora cuatro años. Nuestra base está consolidada y es el momento de pensar en ideas para el futuro. Estamos trabajando en un proyecto cerca de casa, en Cataluña, un lugar que nos inspira para tener un cuarto hotel en la colección. 

Septiembre 2025

TEXTO: DAVID RUIZ

Entrevista a Inés Pérez-Sala – Hotel Primero Primera y Casa Sagnier

Inés Pérez-Sala: “Invitaría a Bill Gates a pasar una noche en uno de nuestros hoteles”

 

Procede de familia de hoteleros catalanes y es sobrina del ex piloto de Fórmula1, Luis Pérez-Sala. Desde Primero Primera y Casa Sagnier, construye un relato en el que la atención al cliente es el eje central de todo. Y en sus (escasos) ratos libres, se vuelve loca por la gastronomía y los viajes. ¿Su restaurante pendiente? Disfrutar. 

 

¿Qué es el lujo en hostelería?
La oportunidad especial de conocer nuevos lugares sintiéndote parte del entorno como si estuvieras en casa. Nos gusta el lujo relajado, integrado. De hecho, el lujo es estar como en tu casa, pero con servicios extra. 

¿Cuál es vuestra identidad como hoteleros?  
Para nosotros es muy importante la historia que hay detrás de cada edificio. Buscamos lo diferente y queremos hacer hoteles especiales que aporten algo distinto al viajero. Creo que los detalles son los que marcan la diferencia. 

Tu tío, Luis Pérez-Sala, fue piloto de F1.  ¿Te inculcó algún valor?
Ha servido de inspiración en el proyecto de Primero Primera, por supuesto,  pero no es un ADN común a los distintos hoteles. 

¿Qué tienen en común Primero Primera y Hotel Sagnier?
Los dos cuentan historias especiales y te permiten conocer la ciudad de manera distinta porque ambos aportan valor y conocimiento. Hoy en día mucha gente reforma hoteles y poco más pero nuestro objetivo es ir un paso más allá.  

¿Y qué los hace diferentes?
Son hoteles con muchas similitudes, pero es cierto que en Casa Sagnier el cliente es más demandante a nivel conserjería y recomendaciones. Hemos puesto mucho el foco en el equipo.   

¿Qué importancia tiene el diseño en vuestros hoteles?
Es una columna vertebral fundamental porque creemos que el diseño es una forma de transmitir los valores y el alma de nuestro proyecto. Es un tangible que se ve directamente. En los detalles y la decoración está mucho de lo que somos. El estilo hogareño es un elemento común de nuestros hoteles. 

¿Tienes un rincón especial?
En Primero Primera, cualquier rincón es especial porque hasta hace tres meses vivía mi abuela y siempre lo he sentido como mi casa. Ese hotel se ha mantenido intacto. Por ejemplo, en la recepción está la maleta de mi abuela que usó en su viaje de novios. O el rincón del arquitecto, con planos y herramientas de la época. 

¿Qué valor tiene la gastronomía en vuestra propuesta hotelera?

En un hotel boutique cinco estrellas como Casa Sagnier, la restauración ha de ser impecable porque forma parte de la experiencia del cliente. Ofrecer un buen restaurante, donde se coma bien, es esencial en nuestra propuesta porque la gastronomía es una forma de conocer y vivir una ciudad. 

¿Qué espacio ocupa la Inteligencia Artificial en este engranaje?  
En Atención al Cliente, que es uno de nuestros puntos fuertes, es más complicado aplicarla. Pero estamos dándole vueltas para ver cómo le podemos sacar partido. Hay que ver la Inteligencia Artificial como un apoyo para facilitar las tareas de los equipos y poder centrarse en otras que aportan más valor al negocio.

¿Qué haces en tus tiempos libres?
Viajar y comer son mis dos grandes pasiones. Supongo que es algo que he heredado de mis padres y que me conecta con otra realidad fuera del ámbito laboral. 

¿Un país que te haya gustado especialmente?
Uno de los últimos viajes que más me ha gustado ha sido a Namibia, que visité en familia. Una combinación de paisajes, culturas, gente y alojamientos impresionantes.   

Hablas de alojamientos, ¿En qué te fijas cuando vas a un hotel?  
Una vez llego al hotel, me fijo en todo. Trato de alojarme en hoteles que me aporten algo y creo que es normal, dado a lo que me dedico (risas). 

¿Cómo compaginas tu vida familiar con el trabajo?
Tengo una máxima esencial que es la de tratar de ser productiva. Eso implica marcarse límites para saber hasta dónde hay que llegar. Y eso facilita la conciliación de la vida personal y profesional.   

¿Un chef con el que te gustaría trabajar?
Yo, si pudiera, lo haría con alguien cercano. Me gusta especialmente Nandu Jubany porque trata el producto muy bien. Es un profesional maravilloso.

¿Cuál es tu plato estrella?
Un buen pescado al horno, sabroso y con una buena guarnición que lo acompañe. Sin grandes complicaciones. Bien ejecutado. 

¿Un restaurante pendiente?
Me falta, de momento, Disfrutar, que tengo en la lista de prioridades absolutas, pero creo que hay grandes proyectos gastronómicos y una diversidad única en Barcelona.  

¿Qué personaje ilustre se ha alojado en vuestro hotel (y puedas explicar)?
Hemos tenido algunos famosos en ambos hoteles, pero para eso somos muy discretos. El hotel es muy “de casa” para nuestros invitados y sería contraproducente dar nombres. 

¿A quién te gustaría invitar a quedarse una noche gratis en el hotel?
Así, tirando alto, me encantaría que viniera Bill Gates.  

¿Alguna anécdota?
Deberías hacer esa pregunta a los recepcionistas de nuestros hoteles, pero es normal que siempre pasen cosas “curiosas”: desde un huésped que se paseó desnudo por el hotel hasta extrañas discusiones entre parejas. Los hoteles son todo un mundo. 

Septiembre 2025

TEXTO: DAVID RUIZ

Entrevista a Borja Cumella – Mare Ostrum

Borja Cumella: “Estamos siendo muy aburridos a la hora de comer y hay que cambiar las reglas del juego”. 

 

Está al frente de la distribuidora de productos gourmet Mare Ostrum, un curioso juego de palabras que evoca lo mejor del mar, las ostras, y su procedencia, el Mediterráneo. Pero detrás de la empresa, hay otros muchos productos, desde trufa o foie, a especias de lujo. En total, 14 referencias. Pero llegarán más. Y con varias premisas fundamentales: productos exclusivos, de enorme calidad y que no se pueden encontrar en nuestro país. 

 

Mare Ostrum es una distribuidora de productos gourmet muy exclusivos. Tiene actualmente un ecommerce –mareostrum.com- y un punto de venta en el mercado de La Boquería, en el centro de Barcelona, que sirve de showroom para chefs y lugar donde probar algunos de sus productos. El éxito del modelo es absoluto y ya tienen previsto replicarlo en 2026 en Madrid.  Se acaban de convertir en patrocinadores oficiales de nuestra guía y eso es motivo de celebración. Hablamos con Borja del proyecto Mare Ostrum y de sus retos. 

¿Cómo surge el proyecto?
Por la clara necesidad que observamos un grupo de amigos e inversores. Nos dimos cuenta de que España es un país con una enorme cultura culinaria y a la vez muy receptor de turismo, pero no existía una distribuidora capaz de traer a nuestro país producto gourmet de enorme calidad. Mi socio francés ha estado 20 años en el mundo de la distribución y alimentación, y eso es nuestra mejor carta de presentación.

¿Qué hace diferente a Mare Ostrum?
Desde el primer momento quisimos traer marcas que no estuvieran presentes en España, pero que tuvieran enorme prestigio en el resto del mundo y muy consideradas por los grandes chefs. Son empresas que tienen muchos años y que han saltado de generación en generación. No buscamos grandes grupos industriales sino algo muy cuidado, muy familiar y que aprecie mucho la calidad del producto. Es decir que haya una historia familiar detrás. 

Tenéis además un punto de venta en el mercado de la Boquería.
Es que es absolutamente necesario que se pueda ver y probar el producto, además de poder comprarlo online. Llevamos un año con este modelo y estamos encantados. 

¿Qué tipo de productos tenéis actualmente en lista?
La mayoría son productos procedentes del mar, y de origen francés, pero estamos incluyendo otras referencias de tierra, como especias de lujo, trufa…. Tenemos dos grandes proveedores españoles: uno es de Almería y el otro de Girona, para productos como la gamba o el carabinero. Vamos seleccionando con mucho mimo cada uno de ellos. 

¿A quién os dirigís?
Buscamos chefs con prestigio y con sensibilidad que entiendan los productos de calidad. Es decir, nuestro primer destinatario y gran objetivo es el canal Horeca. Pero como tenemos también el mercado de la Boquería, está viniendo mucho particular. 

¿En qué se traduce eso?
En que vamos a sacar una propuesta también para el particular, es decir el B2C. Estará listo en breve porque queremos llegar a navidad con todo esto lanzado y muy bien organizado. 

¿Hay cultura por los productos gourmet de lujo en España como la hay en Francia?
Por supuesto, somos un país de referencia mundial en este campo. Junto a Francia y Japón estamos en lo más alto. Además, en ocasiones son los propios chefs los que nos piden que les busquemos productos especiales porque se los reclaman sus clientes. Y nos trasladan esa petición. 

Ponme un ejemplo…
Acabamos de incluir en nuestras referencias un cangrejo azul del Mediterráneo que está gustando mucho. Vamos descubriendo productos y los vamos integrando poco a poco. Necesitamos que nos sorprendan con cosas distintas. Y ahí aparece Mare Ostrum. 

¿Cuál ha sido el hallazgo más inesperado o emocionante de todos estos años recorriendo el Mediterráneo en busca de excelencia?
La gamba azul, sin ninguna discusión. Como mediterráneos a los que nos apasiona la gamba roja, de repente tenemos una variedad igual de buena pero muy diferente. Nos ha cambiado el paso.

En tu web hablas de “reivindicar el arte de comer bien”. ¿Crees que lo hemos perdido en España o simplemente lo hemos confundido con otras cosas?
Lo que he notado es que nos hemos estandarizado demasiado. Hay que volver a comer bien, con gracia, con más salero. Estamos siendo muy aburridos a la hora de comer y hay que cambiar las reglas del juego.

¿En qué momento pasaste de “me gusta comer bien” a “voy a hacer que medio país disfrute como yo de la comida?
Vengo de familia vasca y, como sabes, tenemos una gran tradición culinaria. Yo siempre quería tener un restaurante propio y nunca cumplí ese deseo, ósea que Mare Ostrum es como ese proyecto gastronómico que nunca tuve. Y en vez de un restaurante, me convertí en proveedor de restaurantes. Y así sigo comiendo, que es mi gran pasión (risas)

Entre nosotros ¿alguna vez has escondido un tarro de caviar detrás del bote de garbanzos para que nadie te lo quite en casa?
¡Qué va! Lo bueno en casa es que son como yo y no sirve de nada esconder cosas porque las van a acabar encontrando.

¿Cómo es tu nevera en casa? ¿Más parecida a un showroom de Mare Ostrum o hay un hueco para el chorizo del súper y el queso en lonchas?
Hay una repisa exclusiva para los productos de Mare Ostrum. Hay un mini showroom en la nevera (risas).

¿Qué nuevos proyectos tenéis entre manos?
Queremos aterrizar en Madrid a partir del año que viene.

¿Por qué pensasteis en Macarfi para esta aventura?
Creemos que con este patrocinio podemos tener un aterrizaje más cómodo con algunos restaurantes y para nosotros es un gran valor adicional. Estamos encantados con esta colaboración.

Julio 2025

TEXTO: DAVID RUIZ

Entrevista a Meritxell Juvé – Juvé & Camps

Meritxell Juvé: “Mi terroir personal es todo aquello que me recuerda quien soy, incluso cuando todo cambia”.

Lidera, desde hace justo una década, una de las firmas con más peso del mundo de los espumosos, desde una visión que combina respeto por la tierra, compromiso y una forma de hacer las cosas que desafía las prisas del presente. Su apellido lleva más de cien años ligado a la excelencia vitivinícola, pero ella ha sabido dotarlo de una nueva dimensión, más estratégica, más abierta al mundo y más consciente. En un universo tradicionalmente masculino, su liderazgo ofrece una sensibilidad distinta y necesaria, marcada por la serenidad, la intuición y el pensamiento a largo plazo.

 

Desde que tomó las riendas de Juvé & Camps en 2015, Meritxell Juvé ha apostado por una forma de liderazgo que conjuga el respeto a las raíces con una mirada decididamente contemporánea. Sabe que el valor de una marca no se mide solo en tradición, sino en su capacidad de adaptarse sin perderse. Su gestión huye de las estridencias y se apoya en la estrategia, la escucha y una conexión profunda con la tierra. Nos acercamos a una mujer que habla de sostenibilidad, legado familiar y el reto de defender la paciencia en una era de inmediatez.

La CEO de Juvé & Camps representa una nueva generación de liderazgo femenino en el mundo del vino, aún con una marcada presencia masculina. Comprometida, reflexiva y audaz, ha hecho de la herencia un motor de transformación. Su mirada combina el respeto por lo esencial con la capacidad de imaginar el futuro con determinación. 

¿Qué herencia familiar te ha marcado más: el respeto por la tradición o el impulso de innovar?
Ambas me han acompañado desde siempre, como dos corrientes que se entrelazan sin excluirse. La tradición me recuerda quién soy. La innovación me impulsa a imaginar quién podemos llegar a ser.

¿Qué es lo más difícil de liderar una empresa con un apellido que también es tuyo?
Llevar el apellido en la firma y en el corazón significa honrar una historia que no empieza contigo, pero que debes continuar. Lo más difícil es estar a la altura de esa historia y al mismo tiempo escribir la tuya propia.

Tu trayectoria ha sido meteórica. ¿Cómo has gestionado el vértigo?
Con confianza, pero también con humildad. Escuchando, aprendiendo y dejándome acompañar. El vértigo es inevitable cuando se avanza, pero también es señal de que se está creciendo.

¿Qué te hace sentir más orgullosa al mirar estos años al frente de Juvé & Camps?
Haber mantenido la esencia. Haber sabido crecer sin diluirnos. Seguir siendo nosotros, con más mundo, más mirada y más futuro.

¿Cómo se adapta una casa centenaria a un mercado en constante cambio?
Escuchando. Observando. Siendo flexibles sin dejar de ser fieles. La autenticidad no pasa de moda, pero debe saber hablar el lenguaje de su tiempo.

¿Dónde ves a Juvé & Camps antes de pasar el testigo?
Consolidada entre los grandes del mundo. Como símbolo de excelencia, sostenibilidad y elegancia. Y más cerca que nunca de quienes nos eligen para brindar.

¿Cuál ha sido la decisión más difícil que has tomado como CEO?
Transformar estructuras y dinámicas. Salir de la zona cómoda. Me enseñó que evolucionar no es renunciar a lo que eres, sino tener el coraje de reinventarte sin perderte.

¿Qué parte del negocio te apasiona más?
La estrategia. Pensar a largo plazo. Imaginar el rumbo. Decidir hacia dónde caminamos y por qué.

¿Cómo se defiende un proyecto que trabaja con tiempos largos en una era de inmediatez?
Reivindicando el valor del tiempo. Lo que se espera, se valora. Y lo que madura lento, deja huella.

¿Qué tres palabras definen la esencia de Juvé & Camps hoy?
Respeto. Compromiso. Transparencia.

¿Qué vino representa mejor tu forma de entender la vida?
La Capella, por su calma serena, profundidad y belleza. Aunque, si soy sincera, el Reserva de la Familia me conecta con mis raíces. Es el vino de mi infancia, el más icónico.

¿Qué papel juega lo ecológico en vuestra estrategia?
Es un pilar, no un añadido. Cultivar con respeto, elaborar con conciencia y pensar a largo plazo son decisiones que definen nuestra forma de estar en el mundo.

Si pudieras crear un nuevo producto sin límites, ¿cómo sería?
Un espumoso elegante, vibrante, con alma. De larga crianza, brut nature. Capaz de emocionar sin necesidad de palabras.

¿Qué importancia tiene el enoturismo en vuestro proyecto?
Mucha. Es abrir las puertas y mostrar lo invisible. Permitir que quienes nos visitan entiendan que cada copa tiene detrás una historia, una tierra, una forma de vivir.

¿Cómo imaginas a la próxima generación de mujeres del vino?
Valientes, visibles, libres. Aún falta reconocimiento, pero, sobre todo, dejar atrás etiquetas que limitan.

¿Aporta el liderazgo femenino una sensibilidad distinta al vino?
Sí. Hay otra forma de escuchar, de cuidar, de crear vínculos. No es mejor ni peor, pero sí diferente. Y muy necesaria.

¿Alguna mujer que te haya inspirado en el mundo del vino?
Mi madre, por su fuerza callada. Y mi bisabuela, que fundó una bodega hace más de un siglo. Su valentía sigue siendo pura inspiración.

¿Qué consejo darías a una joven enóloga o emprendedora?
Que no copie modelos. Que confíe en su intuición. Que sepa que la autenticidad siempre encuentra su lugar.

¿Crees que ha llegado el momento de contar el vino desde otro lugar?
Sin duda. Desde la emoción. Desde el paisaje. Desde la escucha. El vino también puede hablar en voz baja y tocar más hondo.

Eres madre. ¿Cómo influye eso en tu forma de liderar?
Me hace más empática y más consciente. Cuidar no es debilidad. Es una forma poderosa de liderar.

¿Qué has aprendido sobre ti misma al conciliar maternidad y dirección?
Que no se puede todo, todo el tiempo. Pero sí se puede vivir cada etapa con presencia. Delegar es un acto de confianza, no de renuncia.

¿Tienes alguna rutina personal que nunca sacrificas?
Respirar hondo al empezar el día. Mirar las viñas, aunque sea de lejos. Recordar por qué hago lo que hago.

¿Qué te gustaría que tus hijos entendieran del negocio familiar?
Que no se trata solo de vino. Se trata de valores, de vínculos, de compromiso con algo que nos trasciende.

¿Qué parte de tu día a día no aparece en la agenda, pero es esencial?
Las conversaciones espontáneas. Esos instantes de conexión auténtica con el equipo, con la tierra, con la historia que vamos escribiendo.

¿Cuál dirías que es tu “terroir” personal?
Mi familia. Mi equipo. Esta tierra. Todo aquello que me recuerda quién soy, incluso cuando todo cambia.

Junio 2025

TEXTO: DAVID RUIZ

Entrevista a Coco Montes – Restaurante Pabú

Coco Montes: “Me siento orgulloso de haber cocinado para la familia Real; lo repetiría”

Logró su primera estrella Michelin para Pabú al año de su apertura, algo que consiguen muy pocos chefs en el mundo. Y acaba de ser elegido segunda mejor apertura de España (y primera de Madrid) para la Guía Macarfi. Pero no baja la guardia y confiesa que no le importaría lograr tres estrellas en tres años. De momento sigue con los pies en la tierra, apoyado por su entorno y apoyándose sobre todo en su madre, su gran referente y la jefa de sala del restaurante. La celebración del cumpleaños de la infanta Elena y la familia Real, al poco de abrir su local, le supuso un impulso mediático del que se siente profundamente agradecido.

 

Escuchándole hablar, se comprende desde el primer minuto que Coco Montes viene de un entorno en el que los modales y la educación exquisita han sido pilares de su vida. Transmite seguridad, empatía y calma. Abrió Pabú hace sólo un año y en este tiempo ha logrado colocarlo muy arriba: además de su primera Estrella Michelin (todo apunta a que no será la última), logró que el restaurante fuera la segunda mejor apertura del año a nivel nacional (y la primera de la Comunidad de Madrid) en la reciente 10 Gala de nuestra Guía Macarfi. Además, entró directamente en el puesto 39 de los mejores restaurantes de España, algo excepcional. Pabú es una sorpresa en todos los sentidos. No sólo por su espectacular interiorismo, obra de la madre de Coco, que te traslada a un estiloso comedor de casa, sino por su concepto de cocina de microtemporada, donde los platos varían según el momento del día. Su objetivo es siempre el mismo: que al acabar la jornada no sobre absolutamente nada para arrancar al día siguiente con producto fresco nuevo. “Hoy, por ejemplo, he comprado erizos y no sé muy bien qué saldrá de todo esto”, bromea.

Lograste una Estrella Michelin en tiempo récord. ¿Lo esperabas?
– Mi verdadero objetivo, por encima de las estrellas, es devolver al cliente la hospitalidad y el cuidado que se merece y que la hostelería en una ciudad como Madrid, ha perdido. Traer estrellas Michelin a Pabú es un sueño, pero, detrás hay un trabajo muy bien ejecutado. Esta es mi hoja de ruta.

– ¿Te marcas el objetivo de tres Estrellas en tres años?
– Me encanta soñar, aunque mi deseo real es que Pabú se convierta en un restaurante longevo. Logré una Estrella en sólo un año… ¿por qué no conseguir las tres Estrellas en tres años? ¡Ójala!

¿Notas la presión?
– ¡Claro que la noto! Mucha gente se permite comparar cómo se come en los restaurantes con Estrella Michelin y lo traslada a los cocineros. Que si he estado en este restaurante y es mejor que este…. Yo me pongo siempre la presión encima, lo vivo así, pero lo mío es una presión dulce.

¿Detectas cuando hay un inspector de la guía en tu casa?
– Sí, y el miedo es tremendo. No sabes si van a venir solos o acompañados. Nunca se sabe. A mí me calan siempre cuando voy a otros restaurantes porque me fijo en todo. La gastronomía nos conecta.

Defines tu cocina como de microtemporada. ¿En qué consiste?
– Fresca y efímera. Trato de hacer stock a cero, que no quede nada en las neveras para arrancar un nuevo día con producto fresco totalmente nuevo.

Tu formación en Administración de Empresas te habrá ayudado,¿no?
– Trato de gestionar los números de manera clara. Tal vez soy un alumno aventajado en esto y la formación me ha ayudado, pero trato de centrarme únicamente en el plato y hacer soñar con mis creaciones. A pesar de mis estudios, intento que todo cambie cada día. Me interesa más la parte artística, aunque es importante tener una base en gestión de restauración.

Insistes mucho en que sin los tuyos, nada de esto hubiera sido posible…
– Mis padres creyeron en mí desde el primer minuto. En el caso de mi madre, además, está en sala conmigo. Es también el alma de este proyecto. Ha decorado el espacio, pintado los cuadros…

Una pieza fundamental…
– Mi madre es parte de todo esto. De la misma forma que no podría cocinar sin cacerolas, digo bien alto que Pabú no existiría sin ella, que es la parte que más me conecta con la realidad. Ella es la que consigue que este barco navegue bien.

No vienes de familia de restauradores, ¿ha sido un hándicap?
– Para nada. Y cocino desde que tengo uso de razón. Mis padres no tenían un restaurante, pero eran grandes anfitriones. Recuerdo cómo mi madre presentaba la mesa, cómo cuidaba los detalles, cómo recibía a la gente… y eso lo he aplicado a Pabú.

¿Qué impacto tuvo la celebración del 60 cumpleaños de la infanta Elena en tu local?
– El impacto fue brutal, no puedo negar esa realidad y me siento muy orgulloso. Se tradujo en reservas y en éxito. Me siento feliz de haber podido celebrar este evento y haber cocinado para la infanta y su familia. Digo más… Me daría mucha pena que mi abuelo o mi padre en sus años más bonitos de vida, cuando más hay que cuidarlos, estuvieran tan lejos de mí.

¿Repetirías?
– Por supuesto. Hicimos un menú muy sencillo, con producto de primera calidad y todo muy cuidado. Se lo pasaron en grande. Me siento muy orgulloso de que los primeros pasos de Pabú fueran con la Familia Real.

Te formaste en el restaurante L´Arpege de París, templo de la gastronomía mundial. ¿Te sientes un privilegiado?
– En restaurantes de este nivel tienes que estar preparado para trabajar sin parar, no tener relaciones personales, darlo todo por vivir esta experiencia, quedarte sin nada. ¿He tenido suerte? No, he tenido ayuda. Yo me he trabajado mucho la suerte.

¿A qué te refieres exactamente?
– Cuando había que limpiar la cocina en el restaurante a las 5h de la mañana yo era el primero que levantaba la mano, lo juro. Así construí lo que quería. Solo depende de la fuerza y convencimiento con los que quieras cumplir tu sueño. No hay más.

¿Cómo ves la gastronomía actual?
– Cuando el inversor con dinero solo busca resultados en una profesión que tiene mucho de artística, entramos en un problema gordo. Y eso es lo que está pasando aquí. A mí me encanta Madrid, pero si sigue así la dinámica, en diez años nos encontraremos con el mismo problema del que ahora están saliendo ciudades como Barcelona o París: los proyectos que buscan resultados de forma rápida. Hay que cambiar estas dinámicas como sea.

Tus chefs de cabecera
– Entre los de aquí, Jordi Vilma de Alkimia, Y por supuesto Ferrán y Juan Mari Arzak. Me gustan los cocineros que tratan la naturalidad del producto.

¿Algún consejo que hayas aplicado en tu vida?
– Ferrán Adrià me dijo en una ocasión que tuviera mucha paciencia. Creo que ahora hay demasiado dinero metido en proyectos gastronómicos que buscan rentabilidad inmediata. Y eso es un gran error. Hay que consolidar las cosas y buscar estabilidad.

¿Qué opinas de los nuevos Foodies y los gastro instagramers?
– Trato de evitarlos en mi restaurante. Respeto mucho a los críticos gastronómicos, pero no creo demasiado en la gente que, con más o menos criterio, se empeña en hablar de tu negocio en las Redes Sociales. Creo que no hay que tirar por tierra todo el trabajo de muchos profesionales que pueden haber tenido un mail día. No es justo. Es el gran problema de la gastronomía actual.

Un plato con el que se te conquista…
– Cualquier guiso con cariño. Desde unos guisantes hasta unas lentejas. Platos de cuchara, asados….

Y plato que nunca veremos en tu carta…
– Todo tiene cabida en Pabú, pero nunca haría sushi porque ya hay otros grandes chefs que lo hacen muy bien (risas). Mira, justo hoy he traído erizos, que nunca había cocinado antes. Vamos a probar…

Mayo 2025

TEXTO: DAVID RUIZ

Alberto Villarroel, un clásico moderno de la coctelería – Por Abraham Rivera

Entrevista a Alberto Villaroel

 

Sentado delante del mostrador, con la espalda recta y los brazos repletos de tatuajes, Alberto Villarroel infunde respeto. Lo encuentro esperándome en Vendittas, el bar de delicioso copeteo que creó el año pasado próximo a Santos y Desamparados —su coctelería, abierta en 2018— y que cuenta con la ayuda en el apartado gastronómico de Javi Goya, el chef que ha conseguido revitalizar las calles de Santa María y Moratín, en el barrio de Las Letras, con Triciclo, Sua, Taberna La Elisa o Tandem.

Villarroel es un bartender con alma de camarero (en el sentido más honesto y profundo de la palabra), crecido en el barrio de Quintana y amante del rock de los noventa. Su muñeca para preparar cócteles —con un dominio portentoso de los tragos de siempre— y su visión del negocio —renovador, pero sin dejar de mirar nunca a lo conseguido por las generaciones anteriores— le han convertido en un clásico moderno.

Saluda y rápidamente propone para beber un dry martini. Un 50/50 con una de las últimas novedades que han llegado al mercado español, la Crown Jewel de Beefeater. Una ginebra de 50 grados, creada en 1993 por Desmond Payne, el maestro destilador de la firma inglesa, a la que se le han añadido sus botánicos característicos más un punto de pomelo, algo que le da un necesario y delicado amargor. El trago es perfecto: tiene la pegada justa para ponernos a conversar.

 

Michel Guérard cumplió 90 años y la (su) Nouvelle Cuisine, 50. Por Oscar Caballero

Michel Guérard: Una de sus últimas entrevistas.

Esta primavera, Michel Guérard cumplió 90. Primaveras, claro, porque, afilado y ágil .

Propaganda viviente de Les Prés d’Eugénie, epicentro de su cadena de baños termales-, está cada día en cocina, pasa solícito por el comedor gastronómico, que ha cambiado de emplazamiento -una entre las modificaciones facilitadas por la dificultad del confinamiento y por el comedor de quienes siguen la cura de adelgazamiento -550 calorías por comida que también se ha mudado dentro de la finca.

“Me gusta crear platos, afinar las salsas, los rellenos, acortar las cocciones. Estar en cocina es para mi un placer -se justifica el nonagenario- : ¿por qué me privaría de hacerlo ? Y además, creo que los aprendices, que me ven participar, probar platos, sugerir, tienen la impresión de que no pierden su tiempo aquí, que aprenden, que hicieron bien en llamar a esta puerta”.

Dice Guérard que hacen falta dos años para pasar por todos los puestos de su vasto Eugénie (por Eugenia de Montijo, la emperatriz gaditana que frecuentaba aquellos baños). Y que el aprendizaje incluye “el de comprender el escenario en el que se sirve la cocina. Porque esto es un espectáculo y hay que cambiar los decorados para que la fiesta continúe”.

Actor principal y en parte responsable de la puesta en escena, Guérard es la piedra angular de la revolución bautizada Nouvelle cuisine française por los periodistas Henri Gault y Christian Millau, quienes además la codificaron en 1973, en el mensual Gault & Millau, que habían fundado cuatro años antes. O sea que aquellos diez mandamientos cumplen a su vez medio siglo, como lo relaté en Una historia de la Nouvelle Cuisine.

Cuando Michel Robert tenía seis años su padre, como Mambrú, se fue a la guerra. Y la madre se hizo cargo de la carnicería con ganadería y matadero que tenían en Normandía, la única región de Francia cosida a bombas y tiro de artillería tras el desembarco aliado, entre el apoyo aéreo de los liberadores y la respuesta del ocupante alemán.

De aquellos destrozos se habló tan poco como de la destrucción, también por bombas aliadas, de ciudades del III Reich ya derrotado. Víctimas civiles casi fuera de horario, como las de Hiroshima y Nagasaki.

Difícil de olvidar. En una charla, muchas décadas después, Guérard recordaba los miedos del niño que fue. Y resumía sobriamente: “varias veces estuvimos a punto de morir. Por eso, desde entonces, disfruto cada segundo”.

Infancia difícil, pobreza. Pero esa tradición familiar francesa de la buena cocina casera, la que la UNESCO clasificó como bien inmaterial. De abuela y madre, en su caso.

“Preparaban, por ejemplo, maravillosas tartas de frutas, un monumento de golosinería con el único secreto de su sencillez. Una buena pâte brisée o feuilletée; por encima, frutas bien maduras de nuestro huerto. Un poco de mantequilla y de azúcar cristalizada. Y al horno”.

Tengo una de las primeras guías de París de Gault y Millau, las Julliard, que publicaron antes de crear su revista y sus guías. En la edición de 1970, cuando calificaban cada uno con su nota, pero sin decir a quien correspondía, son reticentes con Le Pot-au-Feu. Uno le da 16/20 y el otro, 14.

“El patrón, el joven Michel Robert Guérard, es un íntimo amigo de Paul Bocuse y de los hermanos Troisgros. Es difícil contar con mejores referencias. Su cocina -explican- no toca las cumbres que alcanzan Bocuse y los Troisgros. Su carta no cae ni en la rutina ni en la originalidad a toda costa. Elogian los platos y “el admirable gevrey chambertin (un gran borgoña), servido como en Troisgros, fresco”. Buen dato: novedad absoluta en aquellos años que confundían chambré -temperatura de la habitación, la chambre- con tintos a 18º.

Poco después el goloso Gault será hechizado por la tarta de frutas de mamá y abuela que le sirvió Guérard en le Pot-au-Feu. Y ya en su Gault&Millau ensalzarán al chef que ya se llama solo Michel Guérard y que, sin proclamarlo, es el líder creativo de los Chapel, Senderens, Faugeron. Y de tantas estrellas fugaces.

Michel tiene 17 años cuando su familia se acerca a París. Se instalan por donde ahora está Eurodisney. Como su hermano mayor se ocupa de la carnicería, él debe renunciar al sueño de estudiar medicina y buscar trabajo. Tiene suerte de conseguir un puesto de aprendiz en la pastelería de un tal Kléber Alix, mal conocido traiteur (catering y por lo tanto cocina salada y dulce; adrenalina del fuego y trabajo sin horario en banquetes), admirado por quien fue su commis. Un “aprendizaje a la dura, como lo pedía la época. No me quejo: aprendí todo rápidamente”.

Hoy, matiza lo de la dureza en cocina. “Los tiempos han cambiado y está muy bien. Cuando nos instalamos en Eugénie mi mujer me convenció de que había que tratar de usted al personal. Respetarlo para que te respeten. Eso si, a nuestro nivel, el de un deporte de alta competición, difícil trabajar relajado. Felizmente hay distintos niveles, muchas posibilidades.

Pero nadie ha sido campeón olímpico sin sufrir”. Aquel sufrimiento de aprendiz le sirvió. Tanto que recién llegado a París se presenta como aprendiz al Crillon y lo nombran pastelero jefe. “Lo fascinante de la pastelería es ese milagro: pones en el horno un objeto incomestible de 22 milímetros de alto y sacas una delicia de 22 centímetros”.

Allí se prepara y gana, con apenas 25 años, el difícil concurso de MOF, mejor obrero de Francia en trabajos manuales, pastelería en su caso. La familia Clericó, propietarios del Lido, considerado el mayor cabaret del mundo, lo contrata como chef pastelero. Pero como también ha pasado por las cocinas de Lucas Carton y de Maxim’s, pronto se ocupa también de los banquetes.

“Un día de 1958 apareció por allí Paul Bocuse, aún me emociono porque él ya era conocido (precisamente, dice: “él ya sabía cómo hacer hablar de él”), y me dijo que le habían hablado bien de mi. Siete años después, cuando abrí mi Le Pot au Feu, Bocuse, que ya tenía tres estrellas, fue de los primeros en alentarme.

“Paul, que contrariamente a lo que se cree fue siempre un hombre discreto, incapaz de juzgar la cocina de sus amigos, pero que veía todo con sabiduría y lucidez, me transmitió el espíritu del combatiente. Con su apoyo, y el de Jean Delaveyne, un chef que, como yo, tenía la rara formación doble, en salado y en dulce, me decidí a salir de lo convencional y cocinar a mi aire”.

En el Pot-au-Feu, pronto triunfa con ese plato, el cocido, que distingue por un añadido inusual: foie gras. Y el tout Paris se divide muy pronto entre convencidos y enemigos de esa taberna de arrabal en la que, sacrilegio, el foie gras coincide con el vinagre.

Guérard la llamó salade gourmande, ensalada golosa. Pero fue rebautizada folle, loca. » Yo había osado mezclar foie gras y vinagre -recordaba en 2016, cuando celebró por anticipado 40 años con 3 estrellas- y la vieja guardia se escandalizó. Judías verdes al dente, puntas de espárragos, algo de trufa y unos copos de foie gras para reemplazar el aceite de la vinagreta, porque la quería menos grasa y más sabrosa. Era sencillo, sano y eficaz”.

En aquel mismo 1965, lejos de París, en Roanne, los hermanos Jean y Pierre Troisgros -sus amigos desde que le prestaron su invento, los luego famosos platos de 33 cm, divisa de la nouvelle cuisine, para un banquete del Lido…y de París al mundo-, aprovechan otra novedad, la sartén antiadherente para saltear apenas un filete de salmón.

Novedoso el corte: lo aprendió Pierre en su paso por Maxim’s, del chef Alex Humbert. Lo habitual era cortarlo en rodajas. Y también es nueva esa cocción corta. Y el color rosado: el salmón, entonces, era servido casi blanco. Y el por qué de la inhabitual guarnición, acedera: “ese año -me dirá Pierre Troisgros- hubo cosecha excesiva en la región”.

Es decir, acidez del vinagre en el Pot-au-Feu, amargor de la verdura en Frères Troisgros. Las dos puntas de la modernidad se insinúan en esos dos primeros platos emblemáticos, en una Francia que, como todo Europa, come más bien graso, hondo, marrón. Los Troisgros, con una italiana de pura cepa, la mujer de Pierre, en la familia, colarán el limón y más acideces aún. Era el paladar del padre de los hermanos que pedía incluso en el vino esas puntas de acidez que tardarían aún dos décadas en llegar.

Guérard utilizará los amargos pero con la circunspección de su cocina. “Como el ácido y el salado es una manera de equilibrar el azúcar. Una balanza que está en mi desde siempre. Y es una tradición local en donde vivo, con invernaderos de cítricos desde hace más de medio siglo”. Y si al contrario de mucha cocina nueva le disgustan los menús largos -que aprendió como sus colegas, en China, en un viaje colectivo de 1978-, porque “prefiero una comida construida en base a unos pocos platos importantes. Las secuencias numerosas fatigan.

Llega la nueva y has olvidado la anterior. Pero no critico a quienes lo practican. No hay mejor ni peor, en esto. Cada cual debe escenificar su cocina. Y nunca olvidar que además somos comerciantes”. Aquel foie gras del debut era el de los criadores y productores landeses Lafitte. Los mismos que se lo proveen hoy a Guérard. Fidelidad, proclaman unos y otros. En septiembre del 2016 participé de una jornada en Eugénie a la que estaban invitados los Chefs de Chefs (club de los chefs de jefes de estado) que en la cocina de Guérard siguieron la preparación del menú adelgazante de ese día. Brochettes de gambas con vinagreta de verbena (115 calorías), vinagreta de la novia (19 calorías por 10 g), foie gras con especias y salsa exótica (145 calorías) o soufflé ligero de manzanas y lima (220 calorías). Y una insólita –apenas 68 calorías- salsa béarnaise.

El conjunto hotelero de Guérard tiene puertas abiertas al pueblo, a cuyo panadero, además, deja el beneficio de fabricar el pan diseñado en sus cocinas. Además del bistrot La Ferme aux Grives, Guérard tenía un Café Mère Poule & Cie, con tostadas saladas y dulces, tartas de abuela y vino de la casa, para que los vecinos se atrevieran. Y en cada rincón, el servicio, eficaz y profesional, es al mismo tiempo relajado, próximo.

Esa noche, la cena, una lección sin objeciones: la perfección es de este mundo. Ni los chefs de chefs, ni los Lafitte, ni el escriba, olvidarán aquella cena, que fue por otra parte un viaje en el tiempo, abierto por el Zéphyr de trufa como una nube (2011). Desfilaron: el huevo en su cáscara y con caviar (1977), el bogavante asado ligeramente ahumado en la chimenea (1981), la deslumbrante torta hojaldrada de 1986. Y un curioso postre, de 1991: Gâteau Mollet du Marquis de Béchamel, con su bechamel dulce.

En aquellos 1970 de la explosión de la nouvelle cuisine, Guérard es una estrella. Y sin embargo, la invitación del propietario de Maxim’s, de asociarse al frente del por entonces más conocido restaurante del mundo, naufraga: el director de sala, todavía protagonista, se niega a “trabajar para un cocinero”.

Pero Guérard es feliz. En 1972, en Reginskaia, un restaurante ruso de Régine, reina de la noche parisina, en el que Guérard, infatigable, cocina los soupers, cenas de madrugada (“en la época yo dormía 3 horas por noche”), hubo flechazo del cocinero y Christine Barthélémy, que lo bautiza “principito con chaqueta blanca”. Se casan dos años después. Christine es la heredera de una pequeña cadena provincial, la de las estaciones termales del sol. Como las posibilidades parisinas no se concretizan, el matrimonio se marcha a las Landas. Guérard piensa lanzar la restauración y la hotelería y regresar a París. Nunca volverá.

Lo primero que hace, incitado por Christine, es adelgazar 30 kilos. Y, disgustado por la cocina de hospital que dan a los adelgazantes, empieza a crear platos de pocas calorías pero gastronómicos. Recuerda que en su tiempo del Pot-au-Feu, por invitación de un cliente peluquero, le creó, en la elegante peluquería de la milla de oro parisina, un restaurantito La Ligne, la línea. Con sus intuiciones, ya, de comida para adelgazar “o por lo menos no engordar”. Lo de Eugénie es más sistemático. Experimenta -primero consigo mismo-, y apunta todo. Así nace La cuisine minceur, primer libro de la célebre colección Les recettes originales de…, en la editorial Robert Laffont. El libro vende más de un millón de copias y es traducido a 13 lenguas. En 1976 el rostro de Guérard ocupa la cubierta de Time.

Sin perder tiempo, para no ser encasillado en sección regímenes, Guérard publica en la misma colección La grande cuisine française. Escrito por él, detalle significativo entre aquellos renovadores pero, como era normal en su tiempo, a veces ni habían completado estudios primarios. Millau, excelente escritor, bromeaba: “sin ofender, diría que mamá Guérard tuvo a Michel con algún noble distraído, intelectual”.

Otro éxito porque es y no es la gran cocina, influenciada por los descubrimientos de la adelgazante, por las búsquedas de la nouvelle cuisine, por esa nueva sociedad que pregona dietética sin desdeñar el placer, platos ricos pero más ligeros, menos baño maría, menos harina en las salsas, más producto fresco, poco desnaturalizado por salsas.

Segunda conmoción del microcosmos de la cocina. Guérard será el primer gran chef -bueno, el segundo: Escoffier coqueteó con la industria, deslumbrado por ejemplo con los primeros tomates en lata- en firmar un contrato que lo ligaría durante varias décadas con Nestlé.

El patrón de la multinacional suiza era cliente. Un día le propuso que trabajaran juntos. « En su fábrica de Beauvais había cocineros, ingenieros, nutricionistas. Me dije que sería una locura rechazar la oferta : podía aprender mucho ahí. Y el contrato me garantizaba el control total. O sea: Guérard entraba en Findus. Pero Findus no entraba en Guérard”.

Excepto por cierto savoir faire. El tratamiento estrella de Eugénie, un baño de barro blanco, en ingravidez, “lo pude crear gracias a lo que aprendí en Nestlé”. Era un acuerdo de caballeros. Y el de un gourmet, el patrón de Nestlé, y el cocinero que quiso estudiar medicina. El chef persiste: hace diez años creó en Eugénie una escuela de formación en cocina y pastelería de la salud, el Institut Michel Guérard, para difundir lo que se. Y enseñar, a las futuras generaciones, a cocinar y comer mejor”.

Pero la industria ha cambiado. “Los industriales, obligados por los accionistas, solo piensan en beneficios. Ecuación imposible entre dar dividendos y obrar por la alimentación sana”. La comida de Guérard, su escritura, su discurso, tienen esa misma sutileza. Ha inventado casi todo y no se arroga ningún invento. No subraya nada, ni cuando habla ni cuando cocina.

Apunté que la cena de 2016 coqueteaba con la perfección. Han pasado siete años y covid y lo pienso, lo siento, aún. Guérard perdió en 2017 a Christine. Hoy sus dos hijas controlan el pequeño imperio, pero Guérard, que se enorgullece de ser el único entre sus pares que no solo ha ganado los más altos honores de cocinero sino también los de hostelero, revienta records con esas tres estrellas desde hace 46 años.

En noviembre 2022, recibió el homenaje de algunos de los grandes chefs que formó. Lista lejos de ser exhaustiva : Alain Ducasse, Michel Sarran, Daniel Boulud, Gérald Passedat, Jacques Chibois, Arnaud Donckele, Arnaud Lallement, Laurent Petit, Sébastien Bras, Christopher Coutanceau, Alexandre Couillon, Lionel Giraud, Joseph Viola, Hugo Roellinger…

El diario L’Hôtellerie le preguntó que le había parecido el homenaje. « Me alegró encontrar a toda esa juventud a la que veo de vez en cuando y me dije qué suerte había tenido de que pasaran por Eugénie-Les-Bains y de que hayan recibido algo a su paso y de que hayan sabido aprovecharlo. Pero yo tengo poco que ver. El talento lo traían ellos ».

Otro talento, necesario para percibir la genialidad del hombre y de lo que sale de sus manos, lo tiene que traer puesto el comensal. Siempre dije que gran parte de culpa, en la renovación continua de buenos cocineros en Francia, la tenía una clientela burguesa, conocedora, exigente, pero también capaz de discernir entre paja y trigo.

En cuanto a esos -el lector conocerá uno seguramente- que vuelven desencantados de Eugénie (recuerdo a un engominado líder de conservas galegas, en un salón gastronómico, su desencanto gritado) solo diré que, yo, prefiero el mar a la montaña. Si un milagro me situara en la cumbre del Everest observaría el entorno sin entusiasmo.

¿Culpa del Everest o mía?